Abel, antes de morir, se despidió

CRÓNICA

Por Fortunato Rodríguez y Masgo

Desesperado espero que raye el día aquel martes en la fría madrugada del mes de febrero de los años dos mil. Apenas vio que la neblina gris se levantó sobre el majestuoso río Huallaga y luego se perdió entre el verdor de las orillas, de inmediato Vicente, cariñosamente Vishi, se arrodillo para emprender la oración mañanera en agradecimiento al tayta Dios por recibir un nuevo amanecer de vida.

Vishi, era el último de cuatro hermanos, todos nacidos y criados en el Valle de los Chupachos, siempre habitando en su casa ubicado en el Jr. Aguilar de la hermosa ciudad de Huánuco.

Aquella mañana, después del desayuno, Vishi mostraba un rostro preocupado, su madre le preguntó ¿Ahora qué te paso? ¿Quién se ha muerto? ¿Por qué estas así? ¡Nada mamita!, solo que soñé algo raro, respondió.

“Haber, anda primero al baño, abre el caño del lavatorio y cuenta todo, luego regresas y me dices como fue tu bendito sueño”, expreso doña Julia, la madre de Vishi.

¡Mamá! soñé que me saqué mi diente de adelante, luego lloré angustiado, me asusté y me desperté, casi toda la madrugada estoy en vela.

¡Uy hijito! eso es malo, seguro vamos a tener una desgracia, alguien va a morir de la familia, reveló la mamita Julia; debemos rezar para que no pase nada malo y Dios nos libre de todo mal.

Luego, ya tranquilo, Vishi, conjuntamente con su hermana Victoria se fueron a la universidad a seguir estudiando, mientras su hermano mayor salió raudamente de casa con dirección a su centro de trabajo.

Ya en horas de la noche, cuando la familia estaba en la sala de la casa disfrutando de la televisión, de pronto ingreso una mariposa negra, sobrevolando por el lugar donde se encontraban; los perros comenzaron aullar, esto causo miedo. Los presentes percibieron algo extraño que ingresó, pero no lograron ver.

¡Hijos! Tranquilo, el espíritu de alguien ha venido para despedirse de nosotros, es un conocido de la familia, esa persona estuvo aquí, exclamo doña Julia.

Mi pelo se paró, la piel se puso como de gallina, no pude gritar, sentí algo de viento repentino que cruzo la sala, el foco que alumbraba casi cascabeleo, los perros se alteraron, aullaron como estuvieran llorando, todo esto sucedió en segundos, causando temor en la familia; contó Vishi.

Al día siguiente de aquel episodio de la mariposa negra, Abel el hermano mayor de la familia, quien trabajaba en Tingo María como auxiliar de Contabilidad, decidió retornar por fin de semana a Huánuco para visitar a su madre y hermanos, viajaba en un auto. A la altura de Carpish, no hubo pase, por la caída de un enorme huayco; por lo que, los pasajeros tuvieron que bajar del vehículo y caminar por una trocha improvisada, casi en la mitad de la caminata, de pronto se precipito de lo alto del cerro enormes rocas, piedras y lodo, lamentablemente una de ellas impacto sobre el cuerpo de Abel, al instante cayo fulminado, pereciendo en el lugar ante la mirada de cientos de personas, quienes clamaban auxilio. Quedó sepultado.

En horas de la tarde, corrió la noticia como reguera de pólvora en Huánuco ¡Abel murió en el huayco de Carpish!, el triste suceso llego a conocimiento de la casa de Vishi, la madre no podía creer, los hermanos lloraban desconsoladamente, familiares y amigos casi al instante estuvieron presente consolando el dolor.

Mientras Vishi corrió a su cochera, arrancó el motor de la vieja camioneta Ford de los años 50, revisó las llantas y los frenos, subieron como media docena de personas, entre hermanos, familiares y amigos, quienes decidieron ir a Carpish a rescatar el cadáver de Abelito. A altas horas de la noche, llegaron al lugar del accidente, casi nada pudieron hacer por la oscuridad que reinaba y la torrencial lluvia que se precipitaba.

Ya rayando el nuevo día, llegó el fiscal, quien ordenó el levantamiento del cadáver. A las horas se logró rescatar al malogrado cuerpo, casi de inmediato fue trasladado a la morgue de Huánuco para la necropsia de ley.

Al entrar la noche fue entregado el cadáver a sus familiares para que puedan velar y sepultarlo. De esta manera, el cuerpo frio de Abel retorno a su casa dentro de un ataúd, en medio de llanto y de un inmenso dolor.

En el velorio, don Liberato relató: “Una noche antes pude ver a Abel, que cruzo la puerta de mi casa, caminaba pausado, pero con la cabeza agachada; esto me llamo la atención, porque el siempre me saludaba educadamente cuando nos encontrábamos. Pero esta vez no fue así”.

Mientras, doña María, vecina de la casa de Vishi, manifestó: “Yo pude ver a Abelito, una noche antes, que estuvo parado en su puerta de su casa, estaba puesto una gorra, no logre ver su cara”. Al escuchar esto don Mañu, expresó: “Abel vino a recoger su rastro, luego entro a su casa y se despidió” y “las personas de la mala muerta siempre se adelantan para despedirse, antes de morir”. 

Por último, Idelfonso, un añejo camionero, dijo: “Carpish traga a las personas, hasta sepultó aviones repletos de pasajeros, con lluvia o sin lluvia siempre esta matando a los pasajeros”. “Es un lugar maldito, ahí vive el demonio, sucede cosas raras, las malas almas se convierten en personas y desaparecen al instante, una oportunidad mi camión se malogro, me estacione a un costado, en la noche sentí, alguien levanto mi carro y me estaba empujando al precipicio, no sé de donde saque fuerza hice arrancar el motor y salí disparado hasta Acomayo”. 

Desgarradoras escenas de dolor se produjeron en el entierro de Abel, quien fue sepultado en el Cementerio General, hasta donde llegaron familiares, amigos y colegas de estudio, para dar expresar su último adiós.

Pasado los cinco días del fallecimiento, doña Julia, la dolida madre, organizó el pichcay, es la costumbre de lavar toda la vestimenta del occiso en el rio. Para cumplir esto, los hermanos y familiares se dirigieron al rio Higueras, a la altura de Los Carrizales, lavaron toda la ropa, hasta las frazadas de Abelito. En horas de la noche tendieron sobre una mesa una sabana blanca, sobre ella la ropa del finado, prendieron velas alrededor, comenzaron a rezar y cantar tristes canciones, se sirvieron harta shacta, masticaron coca y fumaron cigarro inca, para apaciguar el dolor que embargaba la repentina muerte del hijo mayor de la familia.

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