Vínculos inquebrantables: la herencia hispana, africana e indígena en la Danza de los Negritos de Huánuco

Por: Jorge Chávez Hurtado

 Sumergirse en el histórico laberinto de nuestra querida Danza de los Negritos de Huánuco es adentrarse en un enigma de orígenes que ha desafiado a estudiosos y eruditos a lo largo de las últimas décadas. En el mosaico de teorías que han intentado esbozar su génesis, la búsqueda de respuestas contundentes aguarda aún su exploración más detallada y profunda.

El extinto cronista huanuqueño, Virgilio López Calderón, en su tratado plasmado en el libro «Los Negritos de Huánuco: danza religiosa y ancestral», publicado por Amarilis Indiana Editores, 2016, esboza las principales corrientes de pensamiento que han intentado explicar la historia de esta danza, sin atreverse aún a proclamar una conclusión definitiva.

Para el sabio huanuqueño Javier Pulgar Vidal, la danza, inicialmente bailada por adultos, estuvo ligada a rituales de Navidad a la Pascua de Reyes, con restricciones impuestas por los españoles sobre los esclavos. El Corochano, figura despiadada, aparece en 1854, mientras que La Dama y El Turco representan a los extranjeros, y los abanderados, vinculados a la Independencia, emergen en 1821.

Contrariamente, el historiador José Varallanos sugiere que la danza, de nombre «Los Negritos de Huánuco», se originó en el siglo XVI con niños negritos, hijos de esclavos, con fines religiosos, desestimando su nacimiento en el siglo XIX debido al escaso número de esclavos registrados en aquellos tiempos.

La visión de la folklorista y musicóloga Rosa Alarco Larraburre propone un origen ligado a la Morisca Española del lejano siglo XVI, donde se danzaba con máscaras y se pintaban los rostros, señalando similitudes con los elementos presentes en la danza de los Negritos.

Por su parte, el escritor y prolífico periodista Esteban Pavletich Trujillo resalta el carácter social y humano de la danza desde el siglo XVI, fusionando elementos religiosos con reclamos sociales. Postula que tras la liberación de los esclavos en 1854, la danza se expandió a las calles, coincidiendo con festividades religiosas.

No obstante, Nicolás Vizcaya Malpartida, estudioso de las tradiciones y costumbres de Huánuco, destaca la creación de la danza por los negros con respaldo de sus amos, desarrollada en los fundos cercanos a la ciudad entre trapiches y cañaverales. Interpreta al Turco como el negrero o representante de la autoridad y al abanderado como el amo español.

Añadiendo luz al debate, es esencial comprender ciertos aspectos. En aquellos tiempos, otorgar libertad a los esclavos era inusual, dado que muchos optaban por huir y convertirse en cimarrones. La manumisión en 1854 no afectó significativamente a la población esclavizada en Huánuco, con apenas 30 individuos, incluyendo niños y mujeres, y menos de seis aptos para la danza.

La danza de los Negritos es un collage mestizo que amalgama elementos españoles, negros e indígenas. El Corochano, ridiculización del chapetón Fermín García Gorrochano, se integró en 1620, no en 1854 como se ha señalado. Las raíces de esta danza se remontan al siglo XVI, arraigadas en las haciendas del valle de Huánuco y posteriormente en la ciudad, en la iglesia de San Cristóbal, que fungía como parroquia para indios y negros.

En conclusión, enfatiza en su tratado López Calderón, la «Danza de los Negritos de Huánuco» merece ser denominada así, no como «Los Negros», considerándola un arte devoto y religioso de raíces mestizas. Es un testimonio vivo del crisol cultural que forjó la identidad de Huánuco, arraigado en las profundidades del tiempo y conservando los vínculos con la herencia hispana, africana e indígena que yace en su esencia profunda.

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