Por Víctor Raúl Osorio Alania (*)
Día soleado, nubes reposando, cerros en pleno estiramiento. Varones y mujeres cosechan la papa. Trina el Pichuychanka. Niñas y niños imitan el vuelo multicolor de las mariposas. Unos infantes graciosos lanzan guijarros hacia el caudaloso Huallaga [antes Pillkumayu] y por esas piruetas respira el abuelo de las aguas, en agradecimiento provee de alimentación y genera un microclima especial para esta cuenca.
Este contexto, cuál memoria de invierno, capta la preocupación acongojada de los Apus, la Pachamama y de algunos seres metafísicos. El cielo azul les ha notificado el venidero nada incógnito. Buscan un vocero para informar a la vasta flora y fauna. El río Huallaga, muy próximo a las localidades de La Quinua, Cajamarquilla, Huariaca, Salcachupán, San Rafael, Ambo, Huánuco, Tingo María, Juanjuí, Yurimaguas… propone al sapo como emisario por su conducta de vivir sin causar daño. Asumen la propuesta y recomiendan que el batracio actúe con mucho tino, pues, informar muy drásticamente puede causar vértigo en alguien del auditorio animal.
Acomodándose estaba en una piedra sobresaliente, dicho sea de paso, mole testigo de cuantiosas generaciones de ranas, sapos, lancurdias y de muchos invertebrados (mariposa, saltapericos, mosca). La preocupación le destellaba por sus ojos. Uno y otro chapuzón le alivia. El Huallaga hace mutis sepulcral.
Fueron turbadas la concentración y toda reflexión del sapo, con la aparición de una grácil silueta.
¿Qué haces obstruyendo mi camino, sapo cochino?, dijo la trucha presumida.
Así es mi modo de vivir, no lo voy a negar ni tengo porque renegar. Empero, estoy preocupado por el futuro de la cuenca…, mi cuenca…, tu cuenca…, nuestra cuenca…, qué duda cabe, sentenció el sapo.
Tocándole hablar a ella, animal de agua dulce, respondió con ironía y petulancia:
Un momento. ¿Cuál cuenca? ¿Por qué dices nuestra cuenca? Yo no soy tu generación. No somos contemporáneos ni coetáneos. Tampoco pertenecemos a la misma promoción de graduados del río Huallaga.
El batracio embajador, por su paciencia y destello de tolerancia, ya parecía luciérnaga. Algo había aprendido en el discurrir de la vida faunesca. Arremetió la nombrada, una vez más, con su lenguaje demasiado expresivo y altisonante.
¡Tú!, ¿preocupado bicho repugnante? Consienta que me ría… Ja, ja, ja…
Riéndose agregó, al punto, la trucha: desde cuando los batracios, como tú, se preocupan por la cuestión ambiental… Ja, ja, ja…Verde eres por afuera o vistes con uno de los matices del verde, eso no te convierte en vocero de la ecología… Hummm… Ja, ja, ja…
Inmutable estaba el sapo efebo. El Huallaga, pulmón de oxígeno e hidrógeno, discurriendo de sur a norte, alcanza a decir la verdad desde su dominio acuático:
Hija mía, escucha la mala nueva o vas enfurecerme. Ya sabes, si logro malhumorarme podría arrastrarte hasta el río Marañón, donde serás presa fácil del pez piraña.
El Huallaga hizo tronar su voz. Sé de la inquietud del sapo, ahora escúchale, por favor, el asunto será breve.
Habló el sapo con parsimonia, cuidando cada palabra y el mensaje mismo.
A la luz de la estrella amarilla y su consorte la Luna, te confieso el encargo de los seres tutelares. Han escuchado a unos ingenieros que pronto empezarán a extraer y tratar minerales, los estudios de exploración darán paso a la explotación, así ocurre siempre. Obviamente, todo residuo físico y químico echarán a las aguas cristalinas del río Huallaga, nuestro hábitat… Perdón, perdón, perdón, mi hogar o hábitat.
Ofuscada o nerviosa, difícil calificar la actitud de la bella interlocutora, porque ella era conocida por su fresca amabilidad y su sonrisa eterna.
Haber sapito casi bonito. Si hay contaminación, ¿algo tiene qué ver eso conmigo?
El padre Sol le hizo guiños al sapo. Este asimiló el gesto y trató de ser didáctico con su amiga, así la consideraba.
Muy simple, toda la flora y fauna desaparecerá con la contaminación. Por ello, mi familia escuerzo ha decidido trasladarse aguas arriba, es decir, unos, irán a las alturas de Ambo; otros, buscan refugio en San Rafael, en las cimas donde nacen los riachuelos; y, mi clan ha optado trasladarse hacia el río Pucurhuay… ¡Amiga trucha, tú, serás una de las primeras en sucumbir!, ahí veremos con mi prole, cuánto vale tu vanidad.
¿Por qué voy a sucumbir?
Cuando degraden la biodiversidad, tu anatomía de carne blanca será fácil presa de la profanación. En tanto, mis renacuajos y yo podríamos soportar unos días más, por la costumbre de vivir entre charcos, lagunas y aguas de río.
Sapo, sapito lindo, amigo mío, perdona mi ofensa. Llévame contigo, bríndame auxilio. Cambiaré mi actitud por nuestro reino, suplicó y prometió la trucha.
Adelantándose a los hechos, el Huallaga admitió la desgracia del futuro cercano, por eso, alentó a sus engreídos ponerse a buen recaudo:
Será imposible soportar miles y miles de litros venenosos. ¡Vayan! ¡Sálvense! Mantengan las onomatopeyas y su originalidad como seres. ¡Sálvense criaturas del Huallaga!
La triada (sapo, trucha, río) hizo la paz con un sonido univoco. Huallaga sopló una brisa para facilitar el traslado del sapo y la trucha. La lluvia solidaria puso su porcentaje ácuea. Mientras hacían la travesía para ponerse a buen recaudo, lamentablemente, la ambición humana actuó a la velocidad de una centella, ganando al padre Cronos. Ante la desventura, Huallaga intervino con un segundo aliento huracanado.
Viajando de prisa los navegantes solo pudieron dar aviso a unos cuantos integrantes de sus respectivas familias, el resto murió asfixiado. Los últimos descansan en penurias, incluso de muertos.
Los sobrevivientes marcharon juntos en franca comunión. Ahora viven respetando sus hogares acuáticos en Ambo, San Rafael, Chinchán y Pucurhuay. Los eucaliptos hacen una venia pacífica por la simpatía inmortal de estos hijos de la fauna andina y por la magnificencia de las aguas prodigiosas de cada río, todavía limpios de cualquier atrocidad.
Confirmada la tragedia que empezó con la exploración minera, el torrentoso Huallaga avanza con prontitud –todos los días– alertando a los ríos mayores Marañón y Amazonas:
¡¡¡Están contaminando los afluentes!!!
¡¡Las riberas empobrecen!!
¡Aguas ácidas y aguas domésticas mancillan nuestra vida! ¡Cof, cof, cof…! ¡Achisss, Achisss, Achisss…!
¿El río Huallaga quedará cómo un grato recuerdo? ¿Se reducirá solo a la enseñanza moral? ¿Nos animaremos por su preservación? Si la trucha y el sapo aprendieron a convivir, pues, hay que imitarlos.
Una trucha súper ducha / asiste al sapo que lucha; // salvemos el río Huallaga, / limpiándole toda llaga.
(*) “El Puchkador de la Nieve”