DOXA URBANA: Doenits Martín Mora

Papa podrida

Nunca pensé odiar a los campesinos, si es que fueron campesinos los que tomaron las calles de la ciudad bajo la consigna de defender la papa. Tampoco pensé que fuesen tan agresivos, pero ayer lo comprobé, cuando en la mañana me dirigía a Cayhuayna, a un local frente a la universidad para imprimir los boletines de mis alumnos.

Al cruzar el puente Tingo, observé a un grupo numeroso de personas que venían hacia mí con palos, piedras y correas. Los colectiveros y mototaxistas que pretendían cruzar el puente se detuvieron, empezaron a retroceder. Los choferes del otro bando, cerraron las ventanas, se aferraron al timón. Yo me quedé quieto. Piedras y arbustos se amontonaban en el asfalto.

Para tener alguna prueba de la agresividad que proyectaban los agricultores, saqué el celular del bolsillo e intenté tomar una foto. Equivocada decisión. De inmediato, corrieron a mi encuentro cinco adolescentes y me obligaron a borrar la foto inexistente.

–¿Qué foto? –les dije.

–La foto que tomaste con el celular. ¡Bórrala, conchetumare!

–No tomé ninguna foto.

Me cayó un palazo en el hombro.

–Bórrala conchetumare. Estamos en paro, no queremos ninguna foto.

Cohibido, desbloqueé el celular e ingresé a la galería de fotos.

–Miren. No hay nada –les dije.

–Seguro lo escondiste –dijo el más joven-. Tomaste foto, vivo eres.

Me cayó otro palazo; esta vez en la pierna.

–¡No hay foto! ¡No hay nada! –dije efusivo.

–¡Déjenlo!, ¡déjenlo! ¡Abusivos! –gritaron los choferes desde su vehículo.

–¡Ustedes no se metan! –dijo un adulto que se acercaba con el grupo mayor.

–No tengo nada –reafirmé.

Los jovenzuelos no encontraron la foto, dejaron de sitiarme. Se acoplaron al grupo de los adultos.

Ahora me doy cuenta que tuve suerte. El grupo con el que me topé todavía no estaba efervescente. Me dejaron a un lado. La misma suerte no tuvieron otras personas. Más tarde hubo saqueos, robos, heridos, detenidos, mucha bulla e incertidumbre de que el caos colapsara. No esperemos que el paro sea pacífico hoy. Estimado lector, tome sus precauciones. La papa se pudrió ayer; ahora habrá un fétido olor que corroa la imagen benevolente que proyectaba el campesinado huanuqueño, y será por mucho tiempo, por lo menos para mí.

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