Ser mamá y luego abuela. Ese suele ser el orden que marca la vida, pero ¿qué pasa si nunca se deja de ser mamá? ¿Qué pasa si la responsabilidad nunca termina? Esas preguntas las podrían responder varias de las madres usuarias de Pensión 65 que no se jubilaron nunca de su rol de mamás, pues tuvieron que seguir sin pausa al cuidado de hijos y nietos.
De entre las madres de mayor edad al que el programa social rindió homenaje, está Estefa Bravo Malpartida, quien tiene 111 años y es la más longeva del país.
Estefa vive en el distrito de Chaglla, provincia de Pachitea, rodeada del amor y cuidados de sus ocho hijos. Cuentan que ella siempre fue muy trabajadora y que su principal actividad fue el pastoreo, con el que sacó adelante a sus hijos.
Ella comparte su longevidad con su paisano Marcelino Abad Tolentino, quien con sus 123 años, sería uno de los adultos mayores más longevos del mundo. Doña Estefa es usuaria del Programa Pensión 65 desde el año 2012 y se siente feliz de vivir rodeada del amor de sus familia y vecinos. Y es que todos en Chaglla cuidan y admiran a doña Estefa.
Quien sigue en la lista es Nicolasa Huamaní Uscata, a sus 105 años, vive bajo el cuidado del último de sus hijos, en la zona de Pedregal, distrito de Majes, en provincia arequipeña de Caylloma, donde es feliz, pues a pesar de su edad, “Mamacha” como le dicen de cariño, es una activa participante del club del adulto mayor donde le gusta compartir las historias de su vida.
Ella cuenta que no conoció a su madre ni a su padre. Le contaron que murieron cuando era niña. Siempre trabajó muy duro para sobrevivir, más aún cuando llegaron sus 4 hijos.
Hirene Cruz de Orosco tiene 103 años y continúa hilando. Quedó viuda cuando solo tenía 37 años y sola, con ayuda de la agricultura y también empleándose como pastora y peón en las grandes chacras, crio a sus 11 hijos. «Mamita Hirene», como la llaman vive en el distrito de Ulcumayo, en Junín; tiene 10 nietos y 5 biznietos.
Aunque Santosa Carbajal Utani, a la que todos llaman “Mama Santu”, tiene 100 años, su memoria, está intacta. Recuerda su vida en el campo y lo difícil que fue criar a sus 8 hijos en medio de la pobreza. Siempre fue una mamá querendona y por eso es feliz cuando sus hijos la visitan para abrazarla y mimarla en el Barrio Bella Vista Baja, en Abancay, Apurímac.