
En lo profundo de los Andes peruanos, donde la modernidad apenas roza los cerros, vive Juan Eguizabal Espinoza, un hombre de aproximadamente 85 años que ha sido invisibilizado por el sistema. Su hogar: una cueva en el caserío Nuevas Flores, conocido como Culquish, distrito de Jacas Grande en la provincia de Huamalíes.
Su realidad: abandono, discapacidad intelectual y la imposibilidad de acceder a cualquier tipo de ayuda estatal por no tener un Documento Nacional de Identidad (DNI).
Juancho, como lo llaman los lugareños, se hizo conocido hace meses en redes sociales por su peculiar vivienda y su historia de abandono. Sin embargo, la viralidad no fue suficiente para que el Registro Nacional de Identificación y Estado Civil (Reniec) actúe con celeridad. A pesar de los intentos de la Municipalidad Distrital de Jacas Grande y vecinos solidarios, el trámite de su DNI ha sido observado repetidamente por errores mínimos en su acta de nacimiento, como una coma mal colocada.
El registrador del centro poblado Cascanga, encargado de emitir el acta, no recibió asistencia técnica ni remuneración por parte del Reniec, lo que ha dejado el documento en el limbo burocrático. Mientras tanto, Juan sigue siendo un “no registrado”, lo que lo excluye del Sistema Integral de Salud (SIS), de los programas sociales y de cualquier tipo de atención médica o económica.
La cueva donde vive Juan está a unos 100 metros de la carretera Nuevas Flores – Llata. Allí, junto a un chorro de agua que nunca se seca, ha rechazado varias veces mudarse a casas deshabitadas o a una vivienda de adobe que los vecinos intentaron construirle. Prefiere su rincón, aunque eso signifique encender fogatas con ramas húmedas en pleno invierno.
La señora Betsabé Serna, vecina del lugar, relata que Juan sobrevive gracias a la caridad. Pide víveres, ropa, y cuando ve visitantes, pregunta con ternura y necesidad: “¿Apacuy?” — “¿Qué me has traído?” —. Su frase más repetida: “Apacuyne cansu”, quechua para “No tengo víveres”.
La situación de Juan no es solo un caso de pobreza extrema, sino una denuncia viva contra la indiferencia institucional. Reniec, que podría intervenir de oficio, se limita a esperar que otros presenten el caso. Mientras tanto, el abuelo de la cueva sigue sin nombre oficial, sin derechos, sin protección.
Este no es solo un llamado a la solidaridad, sino a la responsabilidad del Estado. La identidad es un derecho fundamental, y negársela a alguien en situación de vulnerabilidad es condenarlo al olvido.
La historia de Juan Eguizabal no es un caso aislado. En los rincones más olvidados del país, hay adultos mayores que viven sin documentos, sin voz, sin acceso a lo más básico. ¿Qué tan frágil es un sistema que no puede garantizarle a un ciudadano el derecho a existir oficialmente?
Mientras el Estado se enreda en trámites y tecnicismos, la vida de Juan se consume entre piedras, frío y silencio. No pide mucho: solo ser reconocido, tener un nombre, una ficha, una oportunidad. Y eso, en un país que se dice inclusivo, no debería ser una utopía.
Si desea brindar apoyo directo, puede comunicarse al 995360168 o visitar a Juan en Nuevas Flores, Culquish, distrito Jacas Grande, provincia de Huamalíes.
Y lo más urgente: que Reniec le entregue su DNI. Ya le hicieron observaciones. Ahora, que le hagan justicia (Yonel Rosales – Llata).