Aguanieve (Cosecha de relatos)

Por Víctor Raúl Osorio Alania*

La creatividad hace de pasaporte para elucubrar de modo espontáneo y reflexivo, también para forjar escritos. El cuento popular (Pablo Curu, La Ganchana o Achiqué, El muqui, La illa) pasa por el fragor colectivo, en tanto, el cuento literario va con lo personal. La naturaleza del cuento genera y conlleva hacia la reflexión, estando inmerso (de forma implícita o explícita) valores y antivalores.

El cuento en su textura alberga imaginación y realidad. Obvio, la fantasía solo puede ser superada por sí misma, aunque más de una vez, la quimera (hablando como pertenencia retórica) ha sido superada por infinitas pachotadas de lugares y actores, aquellos desatinos rompen vitrales y mutan el carácter lozano del inmenso cielo.

Dale cuerda a la cosecha de arco iris (por el guarismo siete), encomia, pide con prudencia, mi otro yo. Llegó Aguanieve, pase usted con sus relatos.

UNO

¡Último minuto! Padre de familia vende a sus hijos en la plaza principal de Huariaca, Pasco. Su esposa le apoya y no piensa denunciarlo. Somos los primeros en difundir este hecho inaudito.

Los ciudadanos, luego de escuchar la noticia, salieron prestos hacia la plaza, unos lo hicieron en trimóviles, otros corriendo y los terceros en sus propias unidades móviles.

El tumulto crecía y todos observaban y escuchaban anonadados al susodicho: ¡Vendo a mis hijos! ¡El mayor a catorce soles! ¡El mediano a doce soles! ¡El más pequeño a diez soles!

La Policía se hizo presente y preguntó con firmeza: ¿Por qué vende a sus hijos, acaso no los quiere?

Son mis hijos creados para la ocasión. Tantawawa llévese por catorce soles, llamita, a doce soles, paloma, por diez soles… Todos quedaron satisfechos con la dilucidación verbal del artesano huariaqueño.

¡Los tres para mí!

¡Ya tengo regalo para mis nietos!

Llevaré para ofrenda de mis almitas, gozarán.

DOS

Se conocieron en la fiesta promocional del colegio, bailaron sin desprenderse; ella zapateaba, él más, de forma reciproca se aplaudían; ella cantaba, él aprobaba ese momento de satisfacción. ¡Se activó la sensación de alegría! La noche resultó luminosa con tanta dicha de aquel par de tórtolos. ¡Ay, el amor!

Al día siguiente hablaron todo el día a través del teléfono móvil, una cena frugal los satisfizo, sus miradas hablaron del futuro y aterrizaron en el pretérito, todo fue rápido como dedos castañeando, mejor, casi como la prisa solar llegaron hasta el tálamo nupcial.

Los hijos crecieron, el tercer nieto estaba en camino, los almanaques rotaron, darse el sí duró “apenas” (casi nada si lo miramos con escrúpulo), cuarenta y nueve primaveras.

Hoy formalizan su vida conyugal. ¿Irá usted? De ir, ¿qué regalo piensa llevar? Ah, su sola presencia, me parece bien.

TRES

Viajó en caballo zaino, abordó el moderno tren bala y lo hizo a la carrera; el avión lo dejó por llegar un segundo a destiempo, ¡la hora es la hora!; veloz pudo adquirir un boleto y escuchó: por esta vez le atiendo de modo extemporáneo para viajar en yate, ¡suspiros!, la embarcación promocionada fue sustituida por una lancha sin lanchero.

En la actualidad, regresa caminando a su tierra natal, arriba no es, abajo tampoco, a media ladera quizás; cerca de él pasan los trenes que van en dirección opuesta a su destino. ¡Difícil comprender!

Su rostro vidrioso refleja cansancio, en los bolsillos tintinean los agujeros, dicho ser resiste por propio altruismo, porque asimila que es parte de su destino.

CUATRO

¡La boda de bodas!, dijeron al unísono en ambas familias.

Las campanas doblaban y hacían venia por la eterna dicha de Sol y Flor (la hermana de un amigo común). Mientras avanzaban con parsimonia hacia el altar, llegó la cuarentena como relámpago de la región puna.

Marcharon despavoridos los invitados. Lo planificado cayó como guijarro en el barranco.

Los tórtolos absorbieron átomos especiales de oxígeno e hicieron de tripas corazón… Los alimentos cargaron en los vehículos adornados, viajaron hasta las comarcas que limitan con la cordillera, compartieron la comida y no hubo tiempo para volver, permanecen allá arriba, están aprendiendo otros valores de convivencia.

CINCO

La pandemia puso en cuarentena a los habitantes de la tierra. El ecosistema florecía como nunca, bandadas, recuas, manadas andaban felices, previa reproducción.

Un vecino recién casado desoyó el “encierro social obligatorio”. Porque se puso a construir su casita pretendiendo ganar a la velocidad, su consorte exigía y recordaba: Somos pareja joven, por eso la peste va escapar de nosotros.

Los albañiles, cuatro mancebos fornidos, fueron tentados por el pingüe sueldo, firmaron el contrato y manos a la obra.

La plaga mandaba gente a los hospitales o los envolvía con la muerte; por otro lado, aquí cerca una familia proseguía con la edificación de su casita. La base dio lugar a las columnas y estas a las paredes… Ya tarrajeaban, ya hacían otros acabados.

El mundo plañía con tanta desdicha, también parientes de los albañiles y de la pareja que los contrató, murieron cuando se levantó el encierro. ¡Pinchada para ti, Aguanieve!

SEIS

Todo estaba dicho, la sentencia debería cumplirse sí o sí. Abrieron las rejas, dicho sonido dejó pasmarote a los verdugos. El homicida previo a ser electrocutado pidió un último deseo y eso por insistencia de las autoridades presentes (policiales, judiciales, eclesiásticas).

Felicito de todo corazón a la pareja de policías que ha logrado mi captura, por ello, pido que deben casarse en mi delante y ahora.

Los susodichos eran colegas de trabajo desde hace quince años y cada quien tenía un matrimonio bien constituido… No hubo boda, tampoco víctima para electrocutar, porque en ese dichoso lugar el último deseo vale tanto como la misma Constitución Política. ¡El pulido silencio enmudeció!

SIETE

Vivía sin corazón físico, todos admiraban el hecho, las ganas de vivir para dar más. Un respirador artificial latía por ella.

Su cerebro estaba lúcido, empezó a dictar textos instructivos (consejos nunca escuchados ni vistos), para todo médico, enfermera, farmacéutico, docente, bibliotecólogo, conductor de vehículos, periodista, cocinero; de igual modo, desfilaron albañil, mecánico, conductor, autoridad, agricultor, ganadero, pescador, deportista, peluquero… ¡Pucha, me cansé!

A diario aumentaban los anotadores y quedaban satisfechos en propia curiosidad. ¡Es un genio! Tuvieron que habilitar la sala más grande del nosocomio para tanta gente.

El pensamiento ampuloso, maratónico e indesmayable afectó la máquina y su propia existencia. En resumen: este mundo loco, loco mundo perdió a toda una promesa en texto instructivo, quizá en texto argumentativo, narrativo, descriptivo. Dejo constancia que él fabricó la máquina antes de quedar postrado en la cama.

*“El Puchkador de la Nieve”

Leer Anterior

16.12.2021

Leer Siguiente

Acusan a congresista e hija de ministro de Educación de filtrar prueba docente