

Por Fortunato Rodríguez y Masgo*
Llegó los días esperados del año, 14 y 15 de agosto eran momentos inolvidables de la temporada de los años 70, muchos recuerdos embriagan mi mente que pretende volar en el tiempo llevando un susurro de nostalgia, mi corazón acurruca alegría y tristeza por los momentos inolvidables vividos en mi Huánuco querido. Cómo no recordar aquellas fiestas sociales de aniversario, iniciaban el 14 de agosto, la jarana desde la noche con la serenata hasta la amanecida del día central, 15 de agosto.
Todos salían a las siete de la mañana, las damas regresaban a casa sacando sus zapatos de tacos n° 7, mientras los caballeros saco al hombro, la corbata en el bolsillo, cuando ya asomaba el sol en la cima del Jirca y amenazaba resplandecer el día. Muchos deambulaban después de la jarana por el mercado para consumir un caldo de cabeza o un caldo de gallina de chacra, otros preferían el caldito verde (por esos años no existía en la mesa huanuqueña la patasca); luego complementaba con su café́ de huerta bien cargado, con pan de piso y queso de Baños o Huallanca (no estaba en el menú la cachanga).
Por su parte, los clubes sociales, asociaciones o centros culturales organizaban fiestas de gala por aniversario de nuestro Huánuco querido. Decoraban adecuadamente los salones de recepción, el Club Central era adornado por don Jacinto Castañeda, como siempre el marco musical de la Sonora Zapata del gran maestro Abilio Magro y la presentación del bolerista Pedrito Otiniano. Mientras el Club Juan Bielovucic promocionaba la presentación a los Kelkas de los hermanos Sánchez frente a Los Tótems y en el famoso Chung Wa aparecía Los Walker´s de Rogelio Velásquez frente a los Destellos (Lima); algarabía para todos los gustos.
En ese entonces, desde los primeros días de agosto, los caballeros mandaban a confeccionar sus ternos en las diversas sastrerías de la ciudad, además adquirían sus zapatos becerros taco cero; mientras las damas concurrían donde las modistas o costureras de la localidad para diseñar sus propios modelos de vestidos; en fin, los preparativos eran premeditados y ejecutados milimétricamente sin error alguno.
La diversión también estaba presente en las festividades, el epicentro de la risa y la admiración era el parque Amarilis que albergaba momentáneamente al circo de la temporada que llegaba especialmente para hacer sonreír a los huanuqueños con sus divertidos payasos; además, traían consigo para la admiración a leones y tigres enjaulados, elefantes, perros amaestrados; era todo un acontecimiento, los niños felices y encantados.
El deporte no podía estar ajeno a la celebración, se acondicionaba el viejo estadio Leoncio Prado para recibir al equipo de mis amores León de Huánuco de Ñumico Echevarría, que se enfrentaba con su archí́ rival Juan Bielovucic de Abelardo Fernández, contando como partido preliminar al Tarapacá́ de los “carniceros” bajo la dirección del ‘Gato’ Barrueta, que se enfrentaba al Santa Rosa del “loco” Espinoza; como yapa estaba ‘Don Cocoroco’ que no aguantaba ni el saludo, garrote en mano bien parado en la puerta de ingreso, era una tarde deportiva divertida y emotiva, las apuestas rondaban por la vieja tribuna de madera a voz viva, al final todos alegres; era el comentario de la semana.
El desfile cívico patriótico era en la Plaza de Armas, el palco oficial al costado de la puerta principal de la municipalidad provincial, luego de los actos litúrgicos, se daba inicio al desfile de los batallones de alumnos de diferentes centros educativos, la Escuela Normal Marcos Duran Martel, la Universidad Hermilio Valdizán, la Universidad Agraria de Tingo María; también participaban del desfile las delegaciones de las diversas provincias con sus danzas costumbristas, para el deleite de los presentes; al final, las delegaciones de las instituciones públicas quienes con banderola en mano y elegantemente vestidos, pasaban saludando a las autoridades.
No podemos olvidar al campo ferial de Puelles, enclavado en la quebrada, donde aglutinaba los toldos de los feriantes, casuchas improvisados que albergaban a los visitantes que daban rienda suelta a su alegría en medio del disfrute con aguardiente o cerveza; siempre atendidos por bellas y atentas anfitrionas que acompañaban las largas horas de la noche. Por su puesto que era infaltable la pachamanca, locro de gallina, chicharrones y picante de cuy.
En fin, la música huanuqueña era la preferida para zapatear entre amigos. Mientras tanto, el campo ferial recibía a los vecinos bien vestidos, quienes podían apreciar en el recinto, la riqueza de nuestra región, destacando la ganadería, la agricultura, la producción de aguardiente, miel de abeja, tejidos, queso, jamón de carne de chancho ahumado y mucho más.
Lo singular en el espectáculo, era el concurso de caballo de paso con la presencia de los hacendados o ganaderos que arribaban especialmente por esta singular fecha; los hermosos caballos bailaban conducidos por jinetes, cual chalanes vestidos de poncho, sombrero y botas con espuelas estaban ahí para el disfrute de los asistentes.
En lo que respecta a la participación artística; en primera línea estaba una banda de músicos que interpretaba con sentimiento nuestra música huanuqueña, de rato en rato tomando su shacta; también estaban las estampas costumbristas de las provincias. La fiesta era todo el día 15 de agosto, no había tregua para el descanso; aunque la tarde era un tanto aterradora, porque recibías un ventarrón de polvareda que llegaba desde las quebradas de Puelles, quizás con “cólera” porque estaban interrumpiendo sus dominios. Ahora solo me queda dibujar en mi pensamiento los diversos acontecimientos vividos en nuestro Huánuco querido aquellos años de los 70’.
*Periodista, economista y abogado