¡Viva la vida, carajo!

Por Víctor Raúl Osorio Alania*

Eleodoro Vargas Vicuña fue un eterno polémico, generó indagaciones con el sitio de nacimiento (indicaba ser natural de Acobamba, Tarma, en honor a la verdad, procedía de Cerro de Pasco); duplicó toda pesquisa con su grito de guerra: ¡Viva la vida, carajo!, pero el acierto existencial estriba en su aporte al indigenismo, por ello, las cosas como son en el prodigioso marco de ¡Abril, mes de las letras y del arte!

Autor de: “Nahuin” (1953, cuentos); “Taita Cristo” (1964, cuentos) y “Ñahuin” / Narraciones ordinarias 1950-1975 (1976, volumen que recién circula en 1978, prólogo de Washington Delgado y nota de Carlos Milla Batres.

Eleodoro Jesús Vargas Vicuña nació con altura en Cerro de Pasco el 27 de agosto de 1924 y descansa (lo pidió adrede el susodicho) en el camposanto de Acobamba, Tarma, pereció el 10 de abril de 1997 en Lima.

PRECISIONES

Juan Gonzalo Rose Gros, afirma: «Yo lo conocí en Arequipa, en el hoy lejano 1947. Era uno de los pontífices del café “Roma”, donde se reunía la flor y la nevada de los intelectuales lugareños. El afirmaba entonces ser oriundo de la Blanca Ciudad y se ufanaba, igualmente, de consumir marihuana. A las pocas lunas descubrí que sólo fumaba unos cuantos cigarrillos “Inca” y, tramontos después, que había nacido en un villorrio llamado La Esperanza, en el círculo gris de Cerro de Pasco».

A su turno, Manuel Jesús Orbegozo, discierne: «Vargas Vicuña pertenece a la generación del 50… Creíamos que era arequipeño, después supimos que era de Tarma, ahora sabemos que es de Cerro de Pasco».

Ricardo Gonzales Vigil con la diligencia que lo caracteriza pone los puntos sobre las íes: «Obra breve y de singular calidad la de Eleodoro Vargas Vicuña (La Esperanza, Cerro de Pasco, 1924), sin discusión la mayor contribución de la “Generación del 50” a la narrativa de ambientación andina. Antes que el propio José María Arguedas…».

Sergio Castillo Falconi, destacado intelectual del Huaytapallana, revela: «Y nos da una alegría que haya hecho un encuentro con la tierra que lo vio crecer y para nosotros sabemos que Eleodoro nació en Cerro de Pasco por una cuestión accidental…».

ENTREVISTA

Comparto con ustedes la entrevista sostenida con Sergio Castillo Falconi, en su momento, al frente de la Dirección Desconcentrada de Cultura Junín.

En abril nuestros homenajes quedan cortas para Vallejo, Mariátegui, Rose, Garcilaso y ahora a Eleodoro Vargas Vicuña. ¿Conociste a Eleodoro en algún recodo de la vida? En esos tiempos de Palermo, te hablo de los años 67, 68, cuando uno todavía era mallwita, conocí a un poeta muy fervoroso, muy vital, muy lleno de fuerza, que entraba al Palermo de manera muy elegante y era Eleodoro Vargas Vicuña, tenía un grito de guerra, que decía: ¡Viva la vida, carajo! Así entraba y saludaba a todos los poetas del mundo y se tomaba los tragos con todos, con chicos y grandes. Era la época de ese Palermo de cuando frecuentaba el Dr. Pablo Macera, Lumbreras, Matos Mendieta, Juan José Vega y escritores de la talla de Juan Gonzalo Rose, de Martín Adán, y gentes que en verdad han hecho a este país su dignidad. Son gente que caminan con la literatura, historia e interpretación de nuestras realidades.

¿Eleodoro era atrevido u original? Era un chiquillo (un poco atrevido quizás), en búsqueda de una conexión, en búsqueda de alguien que pueda ayudar a desarrollar un trabajo literario. Con el correr de los años, a Eleodoro ya lo conocí de forma intrínseca [espiritual], cuando trabajaba en la Biblioteca Nacional, y con él hemos tenido cerca de tres años de vicisitudes, de comer de un solo plato y de vivir su poesía (su poética), su manera de entrega a la vida, él y después, Arturo Corcuera que era también otro poeta que trabajaba en la Biblioteca, hacíamos casi siempre los periplos por las embajadas que colaboraban con el Instituto Nacional de Cultura, con la Biblioteca Nacional.

¿Resultó útil la experiencia en la Biblioteca Nacional del Perú? Nos llenó de bastante literatura (de aprendizaje de nuestra literatura) y amar a la tierra de adentro, al Perú profundo y recapturar todos estos mensajes que todavía (soterradamente) existen y que poco, a poco, gracias a esa varita mágica de amigos como tú, de amigos como Lucho Pajuelo, de amigos que en verdad están metidos en la tierra puedan descubrir sus encantamientos, descubrir el asombro maravilloso que tenernos en este mundo que llamamos andino y que sabemos su porvenir y lo viene, tiene todo un asomo hacia la vida. Algo que realmente va trastocar las existencias de otras generaciones, de otras culturas y de otras imposiciones de cultura. Creemos que vamos a romper lo que nosotros pensamos que es dependencia, va convertimos en hombres libres, creo que es un sueño que tuvo Eleodoro.

Hay ausencias, hay muertes que de veras conmueven y duelen, Sergio, y una de ellas es la partida de Eleodoro. Cuéntanos del entierro de Eleodoro en Acobamba, Tarma. La vida es así (tiene que crecer y fenecer en un momento), tuvimos oportunidad de estar en el sepelio, en el momento más triste de separarse de un amigo, hemos estado en Acobamba con una delegación de Huancayo. Y nos da una alegría que haya hecho un encuentro con la tierra que lo vio crecer y para nosotros sabemos que Eleodoro nació en Cerro de Pasco por una cuestión accidental, pero que después en el trasunto de su vida fue la parte de Acobamba que lo vio crecer, todo ese paisaje, toda esa manera de los acobambinos, de los tarmeños y su cosmovisión andina está plasmado en sus cuentos, en su última poesía que fue premiada en Pucará. Tenemos la esperanza y la lucha (de parte nuestra), de hacer que el desborde de una cultura andina siga alimentando nuestras costas y nuestras selvas.

Algún recuerdo especial del entierro. Después de echar la tierra sobre el cadáver de Eleodoro, sobre el ataúd no, las flores, etc., vino también un brindis que fue tan hermoso y tan exacto, para mí es un renacimiento y eso me hace prometer que nuestra literatura que comparto con la gente de Cerro, de acá de Junín esto sea fehaciente. Esta mama pacha nos necesita y algún día tengamos también la oportunidad de descansar en sus brazos, con ese ejemplo de Eleodoro, de haber escogido el sitio donde estaría bien enterrado. Eso nos contaban los propios enterradores. En el mes de noviembre había ido Eleodoro y había escogido el lugar por donde iba a ser guardado para toda la vida…

*“El Puchkador de la Nieve”

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