¿Qué es más rentable: una carrera universitaria o técnica en el Perú?

Por: Joyce Meyzán Caldas*

 

En el Perú actual, elegir entre una carrera universitaria o técnica ya no es solo una decisión vocacional, sino una estrategia de supervivencia profesional. En un país con cambios económicos constantes, nuevas industrias y un mercado laboral cada vez más competitivo, la educación se ha convertido en una apuesta que combina tiempo, inversión y capacidad de adaptación. ¿Qué conviene más hoy: los cinco años de una carrera universitaria o los tres de una formación técnica? La respuesta, lejos de ser absoluta, está marcada por la realidad del mercado y las oportunidades que ofrece cada camino.

Durante décadas, el título universitario fue sinónimo de prestigio, estatus y éxito económico. Las familias apostaban por la universidad como si fuera un seguro de vida laboral: un espacio donde el conocimiento teórico, el pensamiento crítico y la formación integral abrían las puertas a empleos formales y mejor remunerados. Las universidades, además, ofrecen una red de contactos invaluable y la posibilidad de continuar estudios de posgrado, consolidando así una carrera a largo plazo. En teoría, parecía el camino más sólido. Sin embargo, en la práctica, la realidad se ha vuelto más compleja: carreras saturadas, largos años de estudio, costos elevados y una inserción laboral que, en muchos casos, tarda más de lo esperado.

Estudiar una carrera universitaria puede significar entre cinco y seis años de inversión continua, con pensiones que en Lima superan los S/ 1,000 mensuales. A eso se suman materiales, transporte y manutención. Muchos egresados, incluso después de graduarse, enfrentan la incertidumbre del subempleo o la sobreoferta profesional. El título sigue teniendo valor, pero ya no garantiza el éxito. Hoy, el mercado premia la especialización, la rapidez y la capacidad de resolver problemas concretos.

En el otro extremo, la educación técnica ha ganado terreno silenciosamente. Las carreras de corta duración han dejado de ser vistas como una opción “de segunda” para convertirse en la vía directa hacia la empleabilidad. Su principal fortaleza radica en la formación práctica y la adaptabilidad inmediata a las necesidades del sector productivo. Los institutos tecnológicos y centros de educación superior han sabido leer la demanda laboral: la industria minera, la construcción, la electricidad, la mecánica automotriz, la gastronomía y la tecnología de la información requieren especialistas calificados que dominen herramientas específicas y estén listos para trabajar desde el primer día.

El resultado es evidente. Según el Ministerio de Trabajo, más del 60% de los nuevos puestos laborales en el país están orientados a perfiles técnicos. Además, portales como Mi Carrera del propio ministerio revelan que un técnico especializado en automatización industrial, minería o metalurgia puede percibir entre S/ 6,000 y S/ 11,000 mensuales, superando incluso los ingresos promedio de egresados universitarios. Mientras tanto, un profesional universitario recién titulado en carreras tradicionales —como Derecho, Educación o Administración— gana en promedio entre S/ 1,800 y S/ 2,500 según datos del INEI.

Esta brecha evidencia un cambio de paradigma. El mercado ya no se mueve por jerarquías académicas, sino por competencias específicas y productividad. Las empresas valoran más la experiencia práctica y la capacidad de resolver problemas reales que un currículo extenso lleno de teoría. Por ello, la figura del técnico especializado se ha convertido en el nuevo protagonista del empleo formal, especialmente en regiones donde el desarrollo económico depende de sectores productivos como la minería, la agroindustria o la energía.

El Perú cuenta actualmente con más de 400 institutos superiores tecnológicos y una creciente red de centros de formación técnica certificados por el Ministerio de Educación. Entre los más reconocidos destacan el Senati, Tecsup, el Instituto Toulouse Lautrec, Cibertec, el Instituto de la Construcción y el Desarrollo (ICD), y Certus, entre otros. Estos espacios han logrado modernizar sus laboratorios, incorporar docentes con experiencia en la industria y firmar convenios con empresas que garantizan prácticas y rápida inserción laboral. En muchos casos, ofrecen también programas de continuidad universitaria, articulando lo técnico con lo académico, un modelo que empieza a consolidarse como la nueva tendencia educativa.

La educación universitaria, por su parte, mantiene su fortaleza en áreas donde la investigación, el pensamiento estratégico y la gestión son fundamentales: medicina, ingeniería civil, comunicación, derecho, educación o economía. Pero hoy su éxito depende tanto de la calidad institucional como de la capacidad del egresado para actualizarse constantemente. El título ya no es un punto de llegada, sino un punto de partida. El mercado laboral exige reinvención constante: dominar idiomas, aprender programación, manejar inteligencia artificial o adquirir certificaciones complementarias.

Entonces, ¿qué camino es más rentable? No hay una respuesta única. La clave está en entender la lógica de la oferta y la demanda. Si el objetivo es una rápida inserción laboral con buena remuneración y bajo costo, la educación técnica ofrece ventajas claras. Si el objetivo es la proyección a largo plazo, el desarrollo de liderazgo o el acceso a puestos de gestión y docencia, la universidad conserva su relevancia. Lo ideal, cada vez más, es la combinación: un técnico que luego estudia una carrera universitaria, o un universitario que complementa su formación con certificaciones técnicas. Esa articulación híbrida es la que el mercado está premiando.

En el fondo, lo que el país necesita no es más títulos, sino más talento especializado. El desafío para los jóvenes y las familias peruanas no está en elegir “qué estudiar” según el prestigio, sino dónde y para qué hacerlo. Verificar la calidad de la institución, su acreditación, las oportunidades de prácticas y la tasa de empleabilidad es tan importante como la vocación.

 

*Comunicadora, docente universitaria y periodista digital.

@joycemeyzn

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