Huánuco y las almas del cementerio

Por: Fortunato Rodríguez y Masgo

 

La tarde comienza escurecer, el ventaron atolondrado se calma, la polvareda yace sobre las cálidas y románticas callecitas de nuestro Huánuco querido, hoy viernes último del mes de junio de los años 90, estoy de visita a nuestros seres queridos en el campo santo del Cementerio General de Huánuco “Augusto Figueroa Villamil”; construido en 1847, a la actualidad viene prestando servicios más de 150 años, algo para no creer sigue como un roble de pie, añejo y al pasar los años ya casi ha colapsado.

Estoy a la busca de una escalera, para trepar al nicho de un familiar, no encuentro, es requerido como agua en el desierto, es escaso ubicarla, ya llevo como una hora y nada que ver; mientras tanto, me puse a conversar con “Sacha gringo” conocido así en el barrio, quien trabaja como obrero guardián del cementerio, entre los dedos de su mano porta un cigarro inca prendido y mastica coca “verdecita” de Puente Durand, y en el bolsillo de su pantalón lleva un “cuartito” de shacta “purito aguardiente”, según el para “su valor”.

¡Fortucho apúrate! Pronto llegará le tenebrosa noche, aquí algunas almitas penan, te pueden hacer asustar me dijo “Sacha gringo” o te pueden jalar me advirtió con dejo huanuqueño. Casi de inmediato comenzó a relatar algunos episodios ocurridos en horario de su trabajo, en turno de noche.

“Me encontraba en compañía de mis dos compañeros de trabajo, aproximadamente era 6.30 de la tarde, aquí estuvimos en el lavadero, para asearnos, la puerta de entrada estaba totalmente cerrado, dimos la última ronda, para sacar a las personas, nadie se encontraba caminando entre los pabellones de los nichos, menos alrededor de la capilla o en el cuarto de la morgue”.

Prosigue, “¡de pronto vimos los tres a un señor vestido de terno negro, puesto un sombrero de color negro, botas negras con tacones, que caminaba en medio del pabellón del frente, inmediatamente corrí para alcanzarlo y ordenar que salga del cementerio, no sé como desapareció de mi vista en un instante, solo sentí fatiga intensamente y un viento frio, se me paralizó el cuerpo, luego de algunos minutos he reaccionado y pude regresar, les comente a mis compañeros lo ocurrido, al final optamos salir casi corriendo del cementerio”.

“En una noche de luna llena, me encontraba caminando a un costado de la capilla, de pronto me di cuenta alguien me seguía, di la vuelta y vi claramente a un guardia civil uniformado, puesto sus botas antiguas, portando su kepi, quien estaba caminando agachado, era de tamaño regular, tome valor lo seguí, el cómo estuviera en el aire rapidito desapareció”.

Pasaron los días, en una madrugada, estaba en el torreón de vigilancia, por el campanario, nuevamente lo volví a ver al guardia civil, pero en compañía de otro “tombo” más alto, debidamente uniformado los dos, escuché claramente una voz ¡sinchi! ¡sinchi!, pareciera estaban casi marchando, no pude ver sus rostros, esto me atemorizó, de inmediato me “zampe” en copón de shacta y prendí mi cigarro para espantar a las almitas que deambulan, rece un padrenuestro y encendí una vela, para que los dos descanse en paz.

Al día siguiente, averigüe sobre los guardias, efectivamente en el cementerio están enterrado mas de 10; todos ellos, asesinados o muertos en enfrentamiento contra los terroristas de Sendero Luminoso. A partir de la fecha que supe, les oro y les pido que me acompañen en hacer la vigilancia del cementerio y no me hagan asustar. De esa manera les tranquilizo.

Me compañero “Capulina” me comentó, algo curioso, en su turno nocturno, él estuvo en ronda de vigilancia, vio claramente a un joven caminando acelerado hacia arriba, vestido de pantalón oscuro, camisa blanca maga larga y zapatos negros, ya tras la capilla se detuvo, estuvo como esperando algunos minutos, y de arriba vio andar delicadamente que se desplazaba una chica, bien vestida de traje rosado, con el cabello suelto encrespado, ella era de talla bajita, delgadita, se miraron y caminaron entre los pabellones, desapareciendo en un instante. Al ver eso “Capulina” comenzó a temblar, opto por orar y pedir el descanso eterno para las dos almitas, seguro que son parejas cuando ambos estuvieron vivos en este mudo terrenal.

Te cuento, dijo Sacha: “tras la capilla, en las noches casi siempre se ve jugar o llorar a niños, cuando vas al lugar, para averiguar qué sucede; llegas, alrededor se siente mucho frio, todo es silencio, no se escucha nada, cuando te alejas nuevamente los niños ahí están jugando, es algo para no creer, pero es cierto, los tres compañeros coincidimos sobre este hecho”.

Cuando, estaba el cuarto de la morgue allá arriba, cerca al jirón San Martin, por el portón, cerca de la casa de los Figueroa, mejor no era caminar en la madrugada por ese lugar, por si daba miedo, cuando te acercabas escuchabas gritos de dolor, llorar con angustia, mi compañero afirma haber visto a una persona sin cabeza, yo vi a hombres y mujeres sentadas con sus ponchos y polleras casi por la puerta, todos agachados. Yo sí no transitaba en mi ronda por ese lugar es feo.

Ya casi al finalizar, me reveló: “En la entrada al cementerio, en una de las bancas de cemento, siempre se ve sentado a una señora adulta, bien vestida de traje antiguo, esbelta ella, alta, pelo y tes blanca, siempre mueve su cuerpo, esta como estuviera esperando a alguien. Luego me puse averiguar y supe quién era, es una española, enterrado hace más de 150 años, no tiene a nadie para que lo visite, y ora por ella, es pasiva, es una almita tranquila”.

Ya casi de noche, me despedí de “Sacha gringo”, pero minutos antes, logre por fin ubicar la bendita escalera para escalar hacia la parte superior del pabellón, colocar mis flores y prendar mi velita para que ilumine su eterno descanso de mi familiar, quien vive ahora allá arriba donde está el taita Dios. * Economista, abogado y cronista huanuqueño escribiendo con sentimiento.

Saludos: Luis Antonio Astete Herrera (Lima), Rosario Rivera Berrospi (Pucallpa) y Greny Cachay Gamboa (Huánuco).

Foto: Foroma. referencial.

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