El cielo gana a Milka Cabrera; Huánuco pierde su faro de luz, identidad y cultura

Por: Jorge Chávez Hurtado

 

La noticia de su partida cayó como un golpe seco en el corazón de Huánuco. La maestra Milka Cabrera Medina, viuda de Ponce, se nos fue el miércoles 13 de agosto, a la una y treinta de la tarde, dejando un vacío tan inmenso que parecía imposible de llenar. El destino, con su ironía silenciosa, le negó alcanzar la fecha que aguardábamos con ternura: el 1 de septiembre, cuando hubiera cumplido 90 años de vida. Se nos fue en la antesala de ese umbral, dejando un silencio que retumba en cada esquina, en cada aula, en cada corazón que la amó.

Huánuco lloró, porque Huánuco conocía su luz. Nacida un 1 de septiembre de 1935, hija de Graciano Cabrera Ponce y Antonia Medina Garcés, la mayor de doce hermanos, esposa de Eduardo Ponce Chávez, madre de Yonel, Yudy, Eduardo y Milka, llevó cada día la esencia de su tierra en la mirada, la palabra y la acción. Su vida fue un poema hecho realidad, un canto sostenido a la educación y la cultura, una sinfonía de entrega y amor por Huánuco.

Su legado es infinito. Fue regidora de la Municipalidad Provincial de Huánuco y Directora Regional de Educación, cargos que desempeñó con pasión y visión, dejando huellas imborrables en la educación y la política cultural. Pero quizás su obra más luminosa se escribió en los pasillos de la Institución Educativa María de los Ángeles, su creación predilecta. Allí sembró generaciones de huanuqueños con orgullo, amor y sentido de pertenencia. Allí nació el programa “Huánuco en el corazón de María de los Ángeles”, donde cada aniversario de la ciudad se transformaba en una fiesta pedagógica y cultural, y cada niño aprendía que ser huanuqueño es un compromiso de vida que trasciende el tiempo.

De sus manos también surgió el Coro de Niños Cantores de María de los Ángeles, los Maríangelinos, primera agrupación infantil que grabó un disco compacto dedicado íntegramente a la música huanuqueña. La grabación, realizada en Producciones Trompo del maestro Arturo Caldas y Caballero, bajo la dirección y arreglos del maestro Omar Majino Gargate, es testimonio vivo de su visión: que las voces puras de los niños podían abrazar, perpetuar y hacer resonar el alma sonora de Huánuco en el tiempo.

A lo largo de su vida, la maestra Milquita supo conjugar la firmeza del carácter con la ternura del magisterio. No solo enseñó: cultivó raíces, abrió alas, encendió sueños. Cada estudiante suyo llevaba consigo algo más que conocimientos: llevaba su ejemplo, su ternura, su fuego por Huánuco.

El viernes 15 de agosto, día del aniversario de la fundación española de Huánuco, sus restos fueron despedidos en el cementerio Divino Descanso. Fue un adiós cargado de simbolismo: la ciudad que ella amó, defendió y proclamó con orgullo la recibió para custodiarla en su descanso eterno. Ese día, mientras Huánuco celebraba su historia con campanas y fuego, también lloraba a su hija más ilustre. Entre flores y llantos, sus hijos, familiares, alumnos, amigos y colegas sentían todavía la presencia de su risa, de sus enseñanzas y de esa voz que llenaba cada rincón de amor y sabiduría.

En el velorio, su ataúd brillaba como un pedestal de historia y memoria. Los que la conocieron de cerca sintieron un nudo en la garganta, el tiempo detenido, las lágrimas que caían silenciosas sobre el recuerdo vivo de una mujer que convirtió su vida en un acto de amor por su tierra. Las paredes del patio parecían respirar su presencia: el aula vacía se llenó de su espíritu, y la ciudad entera pareció contener el aliento mientras Huánuco lloraba.

Hoy, mientras la recordamos, comprendemos que se ha ido una mujer que encarnó educación, cultura y compromiso social. Y aunque la tristeza nos desgarre, también sentimos que su luz no se apaga. La maestra Milquita seguirá viva en cada niño que cante a Huánuco, en cada maestro que enseñe con pasión, en cada alma que ame su tierra y proclame su identidad.

Descansa en paz, maestra Milquita. Huánuco te llora con lágrimas y orgullo, y te agradece por cada instante de tu vida que ofreciste a la cultura y la educación. Tu luz seguirá iluminando nuestro camino, como un faro eterno en la tierra que tanto amaste.

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