
Por: Fortunato Rodríguez y Masgo
Ya estamos en vísperas de las Fiestas Patrias, hoy tenemos la misión de desempolvar el baúl de los recuerdos, extraer momentos inolvidables transcurridos en nuestra niñez y juventud en nuestro Huánuco querido.
Primer orden salta a la vista nuestra libreta de notas de la escuela, donde cursamos el quinto año de primaria; el cual, resalta nuestras calificaciones aprobadas con tinta azul de medio año, conocido como “libreta de medio año”; pero, para llegar a esto, previamente recordamos, julio era un mes de sacrificio, dedicación exclusiva de estudiar y estudiar en las madrugadas frías y heladas, debajo de los focos de los postes de alumbrado publico o en las noches alumbradas apenas por una vela sobre la mesa del comedor; la misión, memorizar los cursos de letras y practicar las matemáticas. Así, pasaron los días hasta que llegó el momento de la verdad ¡los exámenes!
No puedo olvidar aquella mañana al momento de levantarte de cama, primero tuve que “rezar” o encomendarte a todos los santos, en especial a Diosito, para que el “examen” sea “facilito” y no te “olvides” de todo estudiado.
Luego, cuando llegabas al salón y lo primero que resaltaba era el BALOTARIO, contenía todas las preguntas de los cursos, los jurados estaban cómodamente sentados. Comenzaba la evaluación, te lanzaban las preguntas y repreguntas, al instante como “metralleta” respondías. Así, al final aprobabas y tu calificación era “AZUL” ¡nota aprobada! feliz y contento retornabas. Mientras, los “jalados” no deseaban regresar a casita, porque te esperaba una “santa latigueada” con chicote de tres puntas, que te daba “su cariñito” el papá de la familia.
Mención aparte, las evaluaciones de EDUCACION FISICA a cargo del profesor Cesar Ratto era “especial”, previamente dias antes “lavabas” con legía las zapatillas, medias, trusa y polo todos de color blanco, tu presentación era impecable, no se aceptaba manchas, menos “percudido”, porque te bajaba los puntos. Luego, te calificaba carrera de 100 metros de velocidad y 400 metros de resistencia en el Estadio “Viejo”; a continuación, te trasladabas a la piscina “San Pedro” donde dabas “exámenes” de natación, libre, pecho, espalda y buceo; al final, desde lo alto del trampolín te “aventabas” en caída libre, todas esas calificaciones significaban 15 o 18 de nota, eran los “exámenes” deseadas; porque, era una diversión.
Otro hecho que marca de nuestros recuerdos, pero ya en la secundaria que cursábamos en el Colegio Leoncio Prado de Huánuco, era el desfile, previamente teníamos que ensayar la primera quincena de julio, a partir de las 10 de la mañana en la Alameda, que se encontraba sin pavimento, era de tierra y piedras, ahí marchabas “duro” hasta romper o quebrar la zuela del zapato; en horas de la tarde, ir a “cuidar” al sastre, para ver cómo va la confección del uniforme comando o el “único”; la misma, se tenía que estrenar en el desfile.
Llegado el 28 de julio, puesto el uniforme y zapatos nuevos, encima el escarpín blanco que resaltaba la uniformidad y la marcialidad en la presentación del batallón, te ayudaba a mantener la postura militar, aparentaba ser “botas” a media caña que realzaba la presentación de los alumnos del Colegio Leoncio Prado. Además, estabas bien rapado el cabello al estilo “alemán” u otros preferían “boxeador”, llegado la hora, se alineaba el batallón ¡altos delante de talla 1.80 y chatos de tamaño 1.65 atrás! CARAJO, expresaba el brigadier, de forma automática quedaba alineado, caso contrario recibías un “garrotazo” por “lento”, ya marchando nos dirigimos a la esquina entre los jirones Huallayco y General Prado, donde ya sonaba la zuela de nuestro calzado al marchar algunos metros como “pruebita” y luego nos dirigimos hasta el jirón Dos Mayo, doblamos e ingresamos a la pista del desfile localizado en la plaza de armas, donde estaba ubicado el “palco de honor” de las autoridades huanuqueñas.
La banda de músicos bajo la dirección del maestro Abilio Magro y “reforzados” por ex alumnos debidamente uniformados, quienes eran músicos cuajados entonan en primer orden el himno del Colegio, que nos “levanta” los ánimos, al escuchar las santas melodías de nuestro plantel, el valor se “renueva” y luego entona una marcha de guerra, la moral se levanta al 100%, comienza el desfile levantando los pies 0.80 centímetros desde el piso, se ve una nube de polvo del pavimento de la calle, el público aplaude con emoción al ver a los batallones de alumnos desfilar, una que otra voces se escuchaba ¡ahí está mi hijo carajo! ¡dale duro hijo hasta romper tus chancabucos! ¡hijo marchas igual a tu papá! Se escuchaba entre los presentes, el tramo para “marchar” era más de ochenta metros, las pisadas retumbaba el suelo y las paredes, sudabas como “caballo”, no bajabas la mirada, todos alineados con la mirada al frente, llegando hasta la esquina del jirón General Prado, para luego retornar hasta nuestro plantel y a los minutos se proclamaba al Colegio Leoncio Prado como ganadores del desfile de Fiestas Patrias, todos con emoción gritamos nuestra alegría, hasta bailamos al compas de la banda de músicos, nuestro huayno característico “Cuando salí de mi tierra de nadie me despedí linda huanuqueña”.
Es así, brota los recuerdos sobre estos dos hechos que marcaron nuestra existencia, que perdura hasta el día de hoy, cierto nos da nostalgia, pero es una dicha recordar ver imaginariamente los rostros de nuestros compañeros de batallón, el estricto militar quien era el instructor y el brigadier que imponía su autoridad y respeto con su bastón de mando, hoy en esta fecha es propicio recordar de nuestro Huánuco de ayer…