¿Dónde estás?

Una canción escrita con el alma rota: el grito de Mito Ramos que estremeció al Coro Ruicino

 

Por: Jorge Chávez Hurtado

 

Hay canciones que no se escriben. Se lloran. Canciones que no salen de la pluma, sino de la herida. No nacen de la técnica, ni de la melodía. Nacen cuando ya no queda nada, solo el temblor de una ausencia. Así es ¿Dónde estás?, la canción que Mito Ramos no compuso, sino que brotó desde el lugar más hondo donde el alma guarda su duelo.

Al inicio, fue un canto íntimo, familiar. Coqui Ramos y Vilma García, su madre —la dueña y señora de la canción huanuqueña—, lo acompañaron en esa primera grabación como quien acompaña a alguien a llorar. Era como si los tres supieran que esta canción no era un tema más: era un grito, un rezo, un intento desesperado por retener lo que se escapa.

“Dónde estás, te estoy buscando, te llevo tatuada en mis pensamientos…”

No hay metáfora que oculte el dolor. No hay retórica. Solo la imagen clara de quien ama con toda el alma y no encuentra respuesta. El amor no es poesía en esta canción: es carne viva.

Y, sin embargo, el corazón de esta historia no terminó allí. La canción, como las grandes verdades, encontró otra vida. En el año 2018, el Coro Ruicino —con sus voces frescas, con su entrega casi religiosa—, tomó esa canción rota y la elevó. La llevaron, con Mito, al programa Miski Takiy de TVPerú, y la cantaron como se canta una oración, con el alma temblando. Allí, la canción se volvió himno.

 

Churubamba: donde el eco fue paisaje

Pero ¿Dónde estás? no solo merecía ser cantada. Necesitaba un paisaje donde doler. Así, el videoclip se grabó en Churubamba, tierra de neblina y hondura, donde la soledad tiene eco y la nostalgia parece parte del aire. El Coro Ruicino no actuó: vivió la canción. Y el viento —ese viento que a veces parece llevar mensajes— parecía repetir la pregunta:

¿Dónde estás? ¿Dónde estás? ¿Dónde estás…?

Las imágenes del videoclip no acompañan: desgarran. Muestran lo que no se dice en la letra, pero se entiende con el corazón: que amar también puede ser una forma de morir lento.

 

La letra que sangra

“Ven por piedad, mi corazón te pide.
Si no regresas, mi mundo se derrumba…”

Cada verso es una súplica. No hay orgullo, no hay reclamo. Solo la entrega total de quien ama hasta el límite. Y más allá.

“El amor no vive solo,
la soledad es veneno para el que ama…”

¿Y qué se hace cuando se ama y se está solo? ¿Cómo se sobrevive a una espera que no tiene fecha de fin? Mito Ramos lo dice: no se sobrevive. Se camina, se respira, se canta. Pero no se vive igual.

Y cuando la canción se atreve a pensar en un futuro sin ese amor, aparece la imagen más dura:

“Para qué quiero mis ojos,
para qué quiero vivir…”

Solo alguien que ha amado al borde del abismo puede escribir eso. Y solo alguien que ha sentido cómo la vida se apaga por dentro, puede decirlo con voz firme.

Pero en medio del dolor, hay una luz: la certeza de que fue un amor verdadero.

“Sabré que me amaste por siempre,
yo seré feliz… al saber que te di mi vida.
Muero feliz.”

Morir feliz. Qué contradicción tan hermosa y tan cruel. Porque solo los que han amado de verdad entienden que el amor también se puede volver despedida, pero sin rencor. Sin odio. Solo con gratitud.

 

El amor hecho canción

Mito Ramos no solo escribió una canción. Escribió una elegía. Un testamento de amor. Una carta que nunca tuvo respuesta, pero que se entregó igual. El Coro Ruicino, en dueto con Mito, no solo la cantó. La sintió. Y la hizo eterna.

Hoy, ¿Dónde estás? no se canta con la garganta. Se canta con los ojos húmedos, con el pecho apretado, con el recuerdo de ese amor que se fue… y que todavía no sabemos por qué.

No es solo una canción huanuqueña. Es una de las canciones más humanas que se hayan escrito en nuestra tierra. Porque todos, absolutamente todos, tenemos a alguien que ya no está. Y la buscamos en los días, en los sueños, en el viento, en los rostros que se parecen. Y preguntamos, con el mismo temblor de Mito:

¿Dónde estás…?

Si hay justicia en la memoria colectiva, esta canción debe quedar escrita en piedra, en el alma del pueblo, en la historia de la música huanuqueña. Porque cuando el arte nace del dolor verdadero, no se olvida jamás.

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