
default
Por: Joyce Meyzán Caldas*
Elegir una carrera universitaria es una de las decisiones más importantes y complejas que enfrentan los jóvenes al terminar la secundaria. En un momento de autodescubrimiento, donde muchas veces aún no saben qué los apasiona o en qué son buenos, se les exige definir el rumbo de su vida profesional. Esta presión genera ansiedad y miedo a equivocarse, porque no solo se trata de escoger un título, sino de dar el primer paso hacia la autonomía, la realización personal y la estabilidad económica.
El mercado laboral actual es un escenario en constante cambio, impulsado por la tecnología y una creciente conciencia sobre la sostenibilidad. Carreras que antes parecían nichos especializados, como ingeniería de software o biotecnología, hoy son motores de la economía global y ofrecen alta empleabilidad. Las disciplinas STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas) lideran la demanda internacional, con profesiones que garantizan ingresos competitivos y estabilidad. Pero también las carreras tradicionales, como Medicina, Derecho o Educación, se están reinventando al integrar tecnología, demostrando que el futuro no está en abandonar lo clásico, sino en combinarlo con lo nuevo.
En el Perú, el panorama laboral tiene características propias. Aunque las profesiones tecnológicas crecen, las carreras tradicionales siguen siendo las mejor remuneradas y con mayor prestigio social. Por ejemplo, Medicina lidera con un ingreso promedio mensual de S/ 6,745, seguida de Agronegocios, Geología y Ciencias de la Computación, según datos del Ministerio de Trabajo. Además, carreras como Ingeniería de Sistemas, Enfermería, Ciencias Políticas, Estadística y Economía también superan los S/ 3,900 mensuales. La empleabilidad es alta: el 87% de los egresados menores de 30 años logra insertarse en su profesión, y el 82.6% de los universitarios está trabajando actualmente. Carreras como Ingeniería Industrial, Ciencias Administrativas, Contabilidad e Ingeniería de Sistemas destacan por su rápida inserción laboral.
Las proyecciones para 2026 muestran que las carreras más demandadas serán Administración de Empresas, Sistemas y Cómputo, Gestión y Administración, Ingeniería Civil, Ingeniería Industrial, Educación Primaria, Ciencias de la Computación, Contabilidad, Economía, Mecánica y Metalúrgica. Esto refleja la necesidad de fortalecer sectores productivos, educativos y tecnológicos en el país, sin perder de vista las profesiones con fuerte componente humano y social.
Ahora bien, en regiones como Huánuco, la realidad laboral añade matices que no podemos ignorar. Según el Ministerio de Trabajo y Promoción del Empleo (MTPE), más del 80% de la población económicamente activa trabaja en la informalidad, lo que limita el acceso a beneficios y estabilidad. El agropecuario es el sector que más empleo genera, aunque con bajos salarios y pocas garantías. Sin embargo, el sector formal privado, impulsado por servicios, comercio y construcción, ha crecido de forma sostenida. En 2024, Huánuco contaba con más de 25,000 trabajadores formales, y para 2025 se proyecta la creación de 1,325 nuevos puestos, principalmente en contabilidad, enfermería, farmacia, gestión y administración, y ciencias de la computación. La demanda de competencias digitales y habilidades blandas, como la adaptación al cambio y la atención al cliente, es cada vez más evidente, reflejando la transformación regional
En cuanto a la oferta educativa, Huánuco cuenta con universidades e institutos que intentan responder a estas necesidades. La Universidad Nacional Hermilio Valdizán (UNHEVAL), la Universidad Nacional Agraria de la Selva (UNAS) y la Universidad de Huánuco (UDH) ofrecen carreras en salud, administración, ingenierías y ciencias agropecuarias. Institutos técnicos como SENATI forman profesionales para sectores productivos claves, especialmente en tecnologías de la información, metalmecánica, industrias, diseño y moda. No obstante, el salario promedio en Huánuco es uno de los más bajos del país, alrededor de S/ 1,535 mensuales, y solo un tercio de los egresados logra emplearse en puestos acordes a su formación profesional. Esta realidad subraya la importancia de elegir carreras con alta demanda local y proyección nacional, y de fortalecer habilidades transversales para adaptarse a un mercado laboral competitivo y cambiante.
Pero elegir una carrera no debe ser solo una cuestión de números o tendencias. La vocación, el sentido y la pasión son igual de importantes. La realización profesional nace de sentir que el trabajo tiene propósito, que contribuye y transforma. Por eso, más allá del sueldo o la empleabilidad, es fundamental preguntarse: ¿me veo haciendo esto? ¿quiero crecer en este campo? ¿me motiva aprender y aportar?
Desde mi experiencia como docente universitaria, recomiendo a los jóvenes investigar, conversar con profesionales, explorar distintas áreas mediante prácticas o voluntariados, y analizar no solo cuánto ganarán, sino cómo quieren vivir. No hay que sentir culpa si aún no tienen todas las respuestas; nadie las tiene a esa edad. Lo importante es buscar apoyo, información y claridad para tomar una decisión consciente. Porque elegir una carrera no es elegir un destino cerrado, sino abrir una ruta que, con vocación, curiosidad y perseverancia, puede redibujarse tantas veces como sea necesario.
En definitiva, el Perú competitivo que enfrentamos exige que los jóvenes sean flexibles, informados y valientes. La combinación entre vocación y sueldo es un equilibrio delicado, pero posible, si se apuesta por la formación continua y la adaptación constante. Solo así podrán construir un futuro profesional que les permita crecer, contribuir y vivir con sentido.
*Comunicadora, docente universitaria y periodista digital.
@joycemeyzn