
Por: Fortunato Rodríguez y Masgo
Hoy como hace 49 años, recordé a mi camisa blanca manga corta y el pantalón gris planchados impecablemente, los zapatos y la correa de color negro totalmente lustrados, el cabello totalmente rapado, esperan ser usados hoy 24 de mayo, solo faltan algunos minutos para caminar con dirección al colegio y desfilar en la plaza de armas de nuestro Huánuco querido por un aniversario más de nuestro glorioso Colegio Leoncio Prado.
No puedo olvidar del sustancioso desayuno preparado por mi santa madrecita, para soportar una mañana de desfile con paso de vencedores y mirada al frente, siempre llevando la marcialidad al compás del bombo. Hoy quizás es el ultimo que “marcho” como alumno leonciopradino dije, porque en diciembre 1976 egreso como estudiante de secundaria y ¿Qué será de mi vida? sólo Dios sabe. Cada desfile esta acuñado en mi memoria porque fueron minutos y horas transcurrido inolvidables, casi siempre retornamos a nuestro colegio llevando consigo el gallardete en señal de triunfo, pronto será páginas de recuerdo de la historia de mi vida.

Abelardo Quiñonez
Hoy recuerdo como si fuera ayer, hace 49 años como cada mañana, al despertar me persigno y oró a Diosito en agradecimiento por concederme un nuevo día de vida y suplicando su protección, inmediatamente reviso el horario pegado en la pared del dormitorio luego alzo los cuadernos de los cursos que se van a desarrollar durante el horario de clases y uno de las asignaturas era Historia a cargo del “profe” Cotrina quien llevaba como “as” debajo de la manga la “sobadita”, era el “chocolate” para el alumno “flojo” o “desubicado” según el temible docente.
Cabe recordar, una mañana de junio, durante la clase ordena el profesor ¡el alumno del fondo pase adelante! Los estudiantes del final de las carpetas se miraban entre sí, inmediatamente el maestro Cotrina nota al alumno nervioso y le señala ¡usted! Si ¡usted! Recalca nuevamente el profe Cotrina señalando, estaba vez le toca a Quiñonez, quien camina cabizbajo y se coloca frente al docente ¡hijito! dime, qué sabes de Abelardo Quiñonez, inmediatamente el alumno responde, profe Abelardo Quiñonez es mi papá ¡otro que se cree pariente del héroe nacional! Manifiesta el profe y sigue ¿Quién es tu papá? ¡Abelardo Quiñonez! Responde nuevamente el estudiante ¡otro que está fumado o borracho!, haber alumno explícame ¿el héroe nacional es tu padre? ¡no profe! mi padre es chofer de automóvil del comité y está vivo, al escuchar se soltó una sonora carcajada en el salón, el profesor no tuvo otro que expresar ¡usted alumno está en la nube! ¡estas perdido como cura en discoteca!, venga, venga alumno, tranquilo le voy a dar su “memorex”, inmediatamente le hace la operación sin anestesia de la temible “sobadita” y el alumno queda “noqueado” por algunos segundos, con los ojos desorbitados y las orejas encendidas como semáforo de color rojo camina hacia su carpeta.
En la actualidad, es un veterano oficial de la Fuerza Aérea en retiro, cumplió su sueño de ser piloto y aviador, para el beneplácito de su familia, amigos en especial del Colegio Leoncio Prado de Huánuco.
La Oroyita
Un leonciopradino no puede dejar de mencionar a la “oroyita”, lugar de encanto en medio de árboles de guayaba, pencas de cabuya, una playita de arena que te cubre con frescura, un añejo árbol de molle que nos permitía subir entre sus inmensas ramas y de lo alto improvisar un trampolín para sumergirse entre los brazos de tiernas olas del indomable rio Huallaga, una y otra vez “te aventabas” como solía decirse entre la muchachada leonciopradina, la emoción se redoblada cuando cruzabas el legendario Huallaga de banda a banda o nadar por debajo del puente Cal y Canto, siempre por la orilla derecha porque en la izquierda estaba el “desagüe” del camal municipal de aquel entonces, casi siempre nadabas entre dos o más compañeros, porque si algo sucediese el otro inmediatamente te auxiliaba, es inolvidable la travesía dentro una cámara, iniciabas el recorrido de 10 kilómetros, desde la inmensa piedra “La Calavera” en Cayhuayna hasta el puerto imaginario “La Oroyita”, donde llegabas lleno de emoción y alegría.
En fin, la oroyita hoy se resiste en sobrevivir, ayer fue escenario de momentos inolvidables y hoy está en camino al olvido, pero está presente en nuestra memoria desde nuestra traviesa niñez y cada vez que lo observo hoy me lleno de recuerdos y nostalgia.
El médico Leoncio
En una oportunidad me encuentro con Leoncio ex alumno leonciopradino, con cariño Leo, nos sentamos a conversar sobre el camino que hemos emprendido desde que salimos del Colegio Leoncio Prado en la década del 70, y me narra: Cómo es la vida hermano, esta lleno de misterio, postule a la Universidad Hermilio Valdizán, deseaba estudiar enfermería y no ingresé, los dos años siguientes me fui a trabajar de profesor de tercera a las alturas de la sierra por Huamalíes y en las noches me preparaba para postular nuevamente a la universidad, nuevamente postule a Educación y no ingresé, desilusionado me fui a Lima en busca de trabajo y oportunidad, mi tía hermana de mi mamá me anima y me da dinero para inscribirme como postulante a la Universidad San Marcos; así fue, no sé qué fuerza me empujo a postular a medicina; bueno, llegó el día del examen, estuve muy temprano solo pero pensando en mi madrecita quien estaba en el cielo, me encomendé a ella, la prueba lo resolví con mucha confianza y cuando fui a ver el cuadro de ingresantes estaba mi nombre entre los 15 primeros; alegría y emoción sentí, hasta lloré y salte como saltamonte, agradecí a Dios y a mi madre.
Pasaron los años, culmine mis estudios y me convertí en médico, me especialice en el extranjero, en la actualidad mis dos hijos también son médicos para alegría de mi existencia.
El general Teodorico
Otra historia de vida que debo transmitir es de Teodorico, ex alumno del legendario colegio Leoncio Prado de nuestro Huánuco querido, con quien improvisamos una tarde de tertulia, tomando nuestro aromático cafecito de huerta, nos reencontramos luego de 40 años, comienza a narrarme como fue de su vida: Fortucho, mira cómo es la vida, es caprichosa, tú sabes que mi papá fue sargento de la Guardia Civil. Como tal, me gustaba ser guardia; por tanto, mi carrera era seguir la policía, postule a la Escuela de Oficiales ingresé, a los años ya era oficial, posteriormente estaba ya de comandante, coronel y llegue a ser general. Gracias a Dios y a la disciplina de los profesores leonciopradinos me encaminaron correctamente.
Además, fui acolito del obispo Arbulu en mi niñez, eso me ayudo en mi formación cristiana y humana, a mi madrecita quien en vida fue profesora, ella a diario con el estudio constante, el carácter de mi padre estaba presente en mí. Todo eso conllevo a que logre mis propósitos, gratos recuerdos tengo de nuestro Colegio el orgullo de todo huanuqueño, ya cumplí más de 50 años de haber egresado, siento nostalgia y me emociono cuando hablo de nuestros compañeros, profesores, en especial de nuestro colegio Leoncio Prado de nuestro Huánuco primaveral.