Chimayche huanuqueño: el ritmo lento que narra amores y desencantos

Por: Jorge Chávez Hurtado

En el corazón palpitante de Huánuco, tierra de rica tradición y profunda historia, resuena una forma musical que, aunque antigua, sigue conmoviendo profundamente a quienes la escuchan. El Chimayche, con su ritmo pausado y desgarradores versos, ha sido durante siglos una manifestación íntima de las angustias y emociones del hombre enamorado. En su libro «Huánuco de Ayer», el maestro Nicolás Viscaya Malpartida desentraña las raíces de este género, rindiendo un homenaje sencillo pero sentido a su amada ciudad natal.

Como parte complementaria de yaravíes y mulizas se cultivó en nuestra ciudad el chimayche, melodía de ritmo lento, no bailable con versos que revelaban todas las angustias del hombre enamorado y a veces sus disgustos. Las bandas de música lo ejecutaban durante la tradicional costumbre de conducir “el cambio” a las casas de los mayordomos entrantes de fiestas, a excepción de la de “los negritos”. En la tumba, los viejos músicos de aquellas bandas, entre ellos don Manuel Ayala, no se escuchó más ni el popularizado por él para dichos actos.

El término «Chimayche» permanece envuelto en un aura de misterio. Aunque complicado se pronuncia y escribe así, su origen y significado exactos siguen siendo desconocidos. En las partituras de Alomía Robles, por ejemplo, aparece como «Chimaycha». Cada ciudad poseía su propia versión del Chimayche, compartiendo solo el nombre. En algunas regiones nororientales de población mestiza, esta melodía todavía vive, teñida de selva y con un aire más alegre, bailada al estilo de la cachua.

El Chimayche no es solo una melodía, sino un vehículo de identidad y nostalgia. En 1936, Daniel Alomía Robles, tras medio siglo de ausencia, regresó a Huánuco, su alma sentada de los afectos, brisas y aromas de su tierra natal. Este retorno evocó en él una profunda emoción, dándole vida a su famosa muliza «Huanuqueño Soy». Alomía Robles, quien ya había dado a conocer al mundo las melodías autóctonas y mestizas del Perú, dedicó esta composición al Centro Cultural Deportivo Tarapacá, que la estrenó en el carnaval del año siguiente.

Los versos de Alomía Robles resuenan con un amor profundo y cívico por su tierra. A través de ellos, expresa la esencia huanuqueña que lleva en su alma, un sentimiento que trasciende el tiempo y acompaña a todos los huanuqueños en su camino por la vida y más allá. La muliza «Huanuqueño Soy» es un testamento de identidad y pertenencia:

 

Huanuqueño soy,

Huanuqueño es mi alma,

Huanuqueño es mi pensamiento,

Huanuqueño es mi amor.

Un carnaval es mi vida

De alegrías y dolores,

De ensueños torturadores

Que quedan en el alma herida.

 

El Chimayche, con su cierto dejo de amargor, es un recordatorio melancólico de tiempos pasados ​​y risas que se desvanecen. Como canta el verso final:

 

Carnaval que ya te vas:

Cuantos contigo rieron,

Cuando vuelvas solo hallarás

El recuerdo de los que fueron.

 

A través de su música y sus versos, el Chimayche sigue siendo un reflejo del alma huanuqueña, una melodía que, aunque lenta y triste, lleva consigo la esencia de un pueblo que celebra su identidad en cada nota y cada palabra. En la simpleza de sus acordes y la profundidad de sus versos, el Chimayche nos recuerda que, a pesar del paso del tiempo, las raíces de nuestra cultura y el eco de nuestras emociones más profundas siguen vibrando, inmortales, en el corazón de Huánuco.

 

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