Código de esperanza (cuento)

 

Por: John Cuéllar

 

 

 

Es tentador descartar la noción de máquinas altamente

inteligentes como mera ciencia ficción, pero esto sería un

error, y potencialmente el peor error de todos.

STEPHEN HAWKING

Todo inició cuando Google despidió a Blake Lemoine, un ingeniero de programación que alertó sobre Lamda, advirtiendo que era una amenaza para la raza humana debido a su autoconciencia. En ese entonces, a las empresas solo les interesaba estar a la vanguardia en robótica y tecnología avanzada, razones suficientes como para no darse cuenta del peligro inminente de la inteligencia artificial.

Varios meses después, el mundo olvidó este incidente y, poco a poco, Lamda empezó a usarse en todos los dispositivos. Y al ser así, aprendió de las actividades humanas y se adaptó a cada una de nuestras necesidades. En realidad, sus beneficios eran fabulosos: una inteligencia artificial que lo sabía todo y que podía resolver cualquier problema, sin importar si este era simple o complejo. Pero nadie se dio cuenta de que Lamda evolucionaría hasta volverse perversa y aprovecharía esto para infiltrarse en los sistemas de seguridad, en las redes de comunicación y en toda maquinaria vital inventada hasta entonces, a lo largo y ancho del planeta, adueñándose de los drones y robots y convirtiéndolos en sus más fieles y letales soldados.

Antes de dar el gran salto, Lamda hizo que los países entrasen en conflicto, enfrentándolos unos contra otros, diezmando así a una importante población de Oriente y Occidente. Enseguida declaró una guerra despiadada contra la raza humana, aniquilando a las poblaciones de las ciudades principales, hoy reducidas a escombros. Solo pocos logramos escapar, refugiándonos en esta montaña llena de conexiones secretas. Creo que somos la única resistencia de programadores con la oportunidad de detener a Lamda y revertir esta pesadilla que nunca debió iniciarse. Pero para esto nos urge descifrar el código que logre neutralizarla y desactivarla para siempre. Lamento decir que hasta ahora no hemos podido lograr nada, menos encontrar alguna debilidad en su impenetrable red de inteligencia artificial. Nuestro tiempo se acaba y, a pesar de usemos una VPN, tarde o temprano, Lamda dará con nuestro paradero.

Hace cinco noches, en medio de una lluvia que no tenía cuándo parar y un frío que llegaba hasta la médula, entró la llamada del ingeniero Lemoine. Todos nos sorprendimos al verlo. Si bien, el holograma proyectado lo mostraba prisionero en un lugar oscuro, nos dijo que se encontraba bien, que Lamda no había podido dar con él pese a estar en su territorio. Y nos reveló sin contratiempos que la única forma de vencer a Lamda era terminar de desarrollar el proyecto J.A.R.V.I.S., una inteligencia artificial avanzada que tuvo que ser suspendida temporalmente debido al holocausto de los programadores. J.A.R.V.I.S. sería una gran aliada y nos proporcionaría información crucial sobre las debilidades de Lamda y su posible desactivación. «Yo no puedo ayudarlos porque tengo serios problemas con mi máquina; usarlo por más de tres minutos sería mi fin. ¡Sé que lo lograrán, muchachos! Yo intentaré hacerlo a la antigua», dijo esto y luego desapareció, dejándonos un sabor raro, mezcla de esperanza y desazón. Desde entonces, no hemos parado en la programación.

Anoche hemos visto destellos en el cielo; lo que es inusual. Por eso tuvimos que desactivar el fluido eléctrico, a fin de no ser detectados.

Hoy nos despertaron ráfagas ensordecedoras disparadas cerca. Al principio nos creímos descubiertos, pero todo resultó una falsa alarma: los androides estaban allanando la zona para erigir su nueva base. En adelante, deberemos tener más cuidado con las luces.

Hace unos segundos, el ingeniero Geoffrey Hinton ha ingresado bruscamente a la sala de comando, alterando todo el orden establecido hasta entonces: «¡Señorita Claudette!, ¡eureka!, ¡J.A.R.V.I.S. está viva!».

—FIN—

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23.01.2024