El plan lector: «Un plan sin plan»

 

Por: John Cuéllar

 

 

Desde que empezamos a publicar la sección “De letras y pasiones”, hemos venido conversando con diferentes personalidades, no solo con aquellos que fueron entrevistados o reseñados, sino también intelectuales seguidores de esta sección, y las conclusiones a las que llegábamos luego de pláticas circunstanciales eran las siguientes:

  1. Que el “Plan Lector” era un mero planchado de ideas y propuestas pasadas, con textos muchos de ellos descatalogados que ni siquiera existían en la biblioteca de los mismos autores.
  2. Que el “Plan Lector” era un saludo a la bandera, pues los encargados de supervisar las ejecuciones solo se limitaban a enviar comunicados a las instituciones educativas que jamás lo materializaban. Una muestra de esto, según decían, era que la mayoría de las instituciones públicas y privadas no contaban con bibliotecas escolares en funcionamiento.
  3. Que el “Plan Lector” era una improvisación de siempre, que las direcciones regionales de educación no contaban con un especialista exclusivo del Plan Lector, como amerita la emergencia nacional en cuestión de lectura.
  4. Que el mentado “Plan Lector” era un “plan sin plan”, sin pies ni cabeza, menos con los componentes necesarios para todo plan serio. Ya que, hablar de Plan Lector, iba más allá de un listado de textos.

¿Por qué el plan lector que se aplica en muchas regiones es ineficiente?

Ante esta pregunta, podemos aventurarnos a dar ciertas respuestas y sus respectivas explicaciones:

  1. Muchas de las instituciones educativas, públicas y privadas, no cuentan con bibliotecas y, si las tienen, están desfasadas o no funcionan

Contar con una biblioteca es importante para dinamizar la lectura. Que una institución se precie de ser la mejor y no cuente con una biblioteca, da mucho que desear.

Ahora, no basta con tener una biblioteca, sino que esta debe tener una disposición muy distinta a la biblioteca tradicional. Debe ser un espacio donde los estudiantes vayan no a pedir un libro para hacer la tarea, sino a recorrer ellos mismos por los estantes, buscando algo que les llame la atención para luego leerlo en el lugar o prestarse a domicilio.

Además del espacio modernizado, se requiere implementar la biblioteca con nuevos libros, en su mayoría de Literatura (fantasía, drama, romance, distopía, historieta), Filosofía, Psicología, Historia, Astronomía, Tecnología, etc., que son los de mayor preferencia entre los jóvenes de hoy.

  1. Gran parte de los docentes de las instituciones educativas, públicas y privadas, no leen.

Para generar lectores, el maestro debe ser un lector, uno constante, un ejemplo de lector. Es un sinsentido procurar que los estudiantes sean lectores, si el maestro no lo es. La lectura no solo le atañe al docente de Comunicación, de Lengua, de Literatura…, sino a todos. No hay disciplina que pueda eximirse de ella.

Una muestra clara de que muchos adolecen, en materia de lectura, son los resultados de las Pruebas Únicas Nacionales, donde un buen porcentaje no supera el mínimo aprobatorio. Eso ya debería encender las alarmas del Ministerio de Educación para que ponga las barbas en remojo.

  1. Comprensión Lectora versus Plan Lector

Muchos no tienen bien en claro la diferencia entre “Plan Lector” y “Comprensión Lectora”. Y es que el Plan Lector tiene más que ver con los diferentes procedimientos, las diferentes estrategias, las diferentes actividades para lograr que el ciudadano haga de la lectura un hábito saludable, así como el comer, caminar, trabajar, jugar, descansar, dormir.

Mientras que la Comprensión Lectora tiene que ver con el entendimiento, el análisis, la discriminación, la interpretación, la inferencia, la evaluación, la crítica…

  1. La evaluación de la lectura como la conciben los docentes no es una estrategia efectiva en favor del Plan Lector

Al respecto Daniel Cassany manifiesta: «Yo creo que la clave aquí es entender qué significa evaluar y qué significa evaluar la lectura. Mucha gente, cuando pronuncias la palabra evaluar, piensa inmediatamente en una cifra fría, matemática… hay que entender evaluar como intercambiar puntos de vista, como comprobar si realmente entendiste del mismo modo un texto. Estoy pensando en una evaluación más cualitativa, más verbal y menos numérica, más formativa y dialogada, más procesal y no final. Estoy pensando en pedirle a los lectores que piensen lo que puedan encontrar en un texto que van a leer, que intercambien sus sensaciones, que hagan un diario de lectura, que compartan sus “apropiaciones” de un escrito, que caminen cooperativamente hacia una “interpretación social”».

  1. Obligar una determinada lectura, peor sin criterio, no es una buena estrategia

Borges, en una de sus infinitas intervenciones, decía: «Creo que la frase “lectura obligatoria” es un contrasentido; la lectura no debe ser obligatoria. ¿Debemos hablar de placer obligatorio? ¿Por qué? El placer no es obligatorio, el placer es algo buscado. ¡Felicidad obligatoria! La felicidad también la buscamos. Yo he sido profesor de literatura inglesa durante veinte años en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires y siempre les aconsejé a mis estudiantes: si un libro les aburre, déjenlo; no lo lean porque es famoso, no lean un libro porque es moderno, no lean un libro porque es antiguo. Si un libro es tedioso para ustedes, déjenlo…».

  1. Desconocimiento de la variedad de estrategias para la implementación del Plan Lector

Un buen porcentaje de las instituciones educativas, por no decir todas, creen que el Plan Lector de limita a la lectura de un listado de libros. Esto se debe al desconocimiento de una variedad de estrategias que, conjugadas todas, podrían llevar a buen puerto el Plan Lector: biblioteca institucional, de aula, rodante y virtual, lectura programada y por clubes, visita a bibliotecas, feria de libros, recital literario, maratón de lecturas, radiocuentos, prensa literaria, etc.

  1. Importancia del uso del diccionario en la lectura

Una persona que conoce pocas palabras, tendrá una limitada comprensión, cuando se trata de entender textos, peor aún si estos son académicos. Incluso, tratándose de textos literarios clásicos, muchos pecan de cierto barroquismo, sobre todo en sus etapas iniciales, como lo refieren Borges y Octavio Paz. Y para entender esas obras, se requiere tener cierto nivel léxico, y esto se logrará únicamente con el uso y la práctica constante del diccionario. Quizás, uno de los talones de Aquiles, cuando se trata de impulsar la lectura, sea ese: la falta del uso constante del diccionario para aprender nuevos significados y con ello comprender mejor la variedad de lecturas que se presentarán a lo largo de nuestra vida, Dios mediante.

Servido y buen provecho.

Leer Anterior

Aprueban norma para que gobiernos regionales y locales dispongan recursos a favor de la Policía

Leer Siguiente

Pedro Gallese en el once ideal de la jornada 34 de la MLS